Homilía: El cambio que Panamá necesita comienza en mí
Queridos hermanos y hermanas, hoy el Evangelio según san Lucas nos presenta una parábola sencilla, pero profundamente actual.
Dos hombres suben al templo a orar: uno es fariseo, el otro publicano. No son sólo personajes antiguos: viven dentro de cada uno de nosotros. El fariseo representa al que se siente seguro de sí mismo, satisfecho con lo que hace, convencido de que su manera de vivir lo justifica todo. Su oración no es diálogo, sino exhibición.
En cambio, el publicano se reconoce pequeño y débil. No se justifica. Solo dice con humildad: “Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador.”
Y Jesús concluye con una frase que resume todo: “El que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido.”
1. Dos actitudes ante Dios y la vida
En esta parábola, Jesús nos confronta con dos formas de vivir la fe. La del fariseo, que mide su valor por lo que hace y desprecia a los demás.
Y la del publicano, que reconoce su fragilidad y se deja abrazar por la misericordia de Dios. El primero reza de pie, mirando por encima del hombro. El segundo, con la cabeza inclinada, mira al cielo con esperanza. Uno se compara; el otro se confía. Y Dios mira con ternura al segundo, porque la humildad abre las puertas del corazón divino.
2. La pedagogía del cambio
Jesús no cuenta esta parábola para condenar, sino para educar. Nos enseña que el cambio verdadero no nace del juicio, sino de la conversión interior.
Vivimos en un mundo donde todos hablan de cambiar: queremos cambiar la sociedad, la política, la educación, las costumbres… Pero muchas veces creemos que todo debe cambiar —menos nosotros.
Queremos un mundo más justo, pero no revisamos nuestras propias actitudes. Queremos familias unidas, pero no cultivamos la paciencia ni el perdón. Queremos paz, pero muchas veces sembramos división con palabras duras.
Jesús nos propone una pedagogía distinta: el cambio empieza por mí. No por los demás, no por las estructuras, sino por el corazón que se deja transformar.
Porque cada vez que un ser humano cambia, algo del mundo mejora. Y eso, hermanos, es la raíz de toda esperanza.
3. Mayín Correa: una vida fecunda al servicio de Panamá
Hoy, mientras meditamos este Evangelio, celebramos también los 90 años de vida de Mayín Correa, una mujer profundamente panameña, de esas que no pasan inadvertidas porque han vivido sirviendo, luchando y amando a su tierra.
Mayín nació en Macaracas, tierra noble de Los Santos, donde se aprende desde niño que la palabra vale, que el trabajo honra y que el amor a Panamá se demuestra con hechos.
Su vida es testimonio de que el cambio no se logra desde la comodidad, sino desde el compromiso. A lo largo de nueve décadas, Mayín ha sido una voz firme, una mujer de temple, de carácter y de coraje. En la televisión, su programa fue durante años una cita con la sabiduría y el sentido común. Su cabellera blanca —ya símbolo de elegancia y experiencia— se convirtió en su corona más hermosa. Detrás de cada palabra, siempre hubo respeto, humor y amor por Panamá.
Y cuando dio el paso al servicio público, lo hizo con la misma pasión.
Fue diputada, gobernadora y alcaldesa. Pero, sobre todo, fue una mujer cercana, de calle, de abrazo, de palabra cumplida. Una servidora del pueblo que caminó con su gente y trabajó por ella sin descanso.
Hoy, al cumplir 90 años, Mayín sigue irradiando luz. Sigue riendo, sigue soñando, sigue sirviendo. Porque como ella misma dice con picardía: “No tengo edad… ¡tengo historia! Y todavía me faltan capítulos por escribir.”
Y si hoy la Iglesia da gracias por ella, es porque su ejemplo encarna el mensaje de esta parábola: ha sabido reconocer, aprender, levantarse y servir sin perder la alegría.
Nos enseña que se puede vivir con convicciones sin perder la ternura, defender ideales sin dejar de respetar al otro, y amar a Panamá con pasión y con fe.
Gracias, Mayín, por tu ejemplo, por tu alegría y por recordarnos que la verdadera juventud está en el alma que no deja de amar ni de servir. Panamá te abraza con cariño y dice contigo: ¡Noventa años de vida fecunda al servicio de Panamá!
4. La Escuela Nocturna: un taller de esperanza
También celebramos el aniversario de nuestra querida Escuela Nocturna, esa gran obra social y educativa que ha sido faro para quienes creen que nunca es tarde para aprender.
Cada noche, cuando la ciudad descansa, muchos hombres y mujeres llegan cansados de sus trabajos, pero con el corazón encendido. Vienen a estudiar, a leer, a formarse; vienen con la esperanza de un mañana mejor. Y en esas aulas humildes se vive el Evangelio del publicano: la fe sencilla, el esfuerzo callado, la humildad que se transforma en crecimiento.
La Escuela Nocturna nos enseña que educar es amar, que cada palabra aprendida, cada examen aprobado, cada título conquistado, es una victoria del espíritu sobre la resignación. Ella representa a esos panameños anónimos que cambian la historia sin discursos, sino con sacrificio, perseverancia y fe. Y nos recuerda que el conocimiento, cuando se acompaña de valores, se convierte en luz para la sociedad.
5. Panamá necesita corazones humildes
Queridos hermanos, Panamá necesita hombres y mujeres con el corazón del publicano: personas que no se crean perfectas, pero que estén dispuestas a mejorar; que no busquen brillar, sino servir; que no se encierren en el “yo”, sino que digan con sencillez: “Señor, ayúdame a cambiar.”
Necesitamos humildad en la política, en la familia, en las escuelas, en los medios, en la Iglesia. Necesitamos menos orgullo y más empatía;menos palabras que dividan y más gestos que unan.
Mayín Correa, con su testimonio, y la Escuela Nocturna, con su misión, nos demuestran que sí es posible transformar la realidad cuando se trabaja con amor, con fe y con esperanza.
No se trata de buscar culpables, sino de ser parte de la solución. Porque los verdaderos cambios no nacen de la crítica,sino del compromiso cotidiano.
6. La mirada de Dios que renueva
El fariseo salió del templo satisfecho de sí mismo, pero vacío. El publicano salió humilde, pero lleno de paz. Así también nosotros: cuando venimos ante Dios con sencillez, Él nos da una fuerza nueva para comenzar de nuevo.
Esa es la mirada que renueva: la mirada de un Dios que no se cansa de perdonar, que no exige perfección, sino sinceridad; que no busca aplausos, sino corazones dispuestos.
Dios no se fija en el brillo exterior, sino en la verdad que habita dentro de nosotros. Y cuando nos dejamos mirar por Él, algo cambia en nosotros.Y lo que cambia en nosotros, cambia también en Panamá.
Conclusión: el cambio comienza en mí
Queridos hermanos,
la parábola del fariseo y el publicano no es sólo una lección religiosa,es una propuesta de vida.
Nos dice que el cambio que soñamos para nuestra patria empieza en el alma de cada panameño.
Cuando aprendamos a escucharnos con respeto, a perdonarnos sin rencor, a servir sin esperar recompensa, entonces, sí, nuestra nación será más justa, más humana y más solidaria. Hoy le damos gracias a Dios por los 90 años de Mayín Correa, por la luz que ella ha aportado a nuestra historia.
Damos gracias por la Escuela Nocturna, por cada maestro y cada estudiante que siguen creyendo en el poder de la educación.
Y pedimos al Señor que nos conceda a todos la humildad del publicano, para reconocer lo que debemos cambiar, y la fuerza del Espíritu Santo para hacerlo con alegría.Que cada uno de nosotros pueda salir de este encuentro repitiendo:
“Señor, ten compasión de mí, pero haz de mí un instrumento de tu amor.”
Y que, con el corazón agradecido, digamos con convicción: El cambio que Panamá necesita… comienza en mí.
El cambio verdadero comienza en el corazón, pero no se queda ahí. Cuando dejamos que Dios nos mire y nos renueve, esa renovación se convierte en compromiso social, en sensibilidad frente al dolor, lucha contra lo que está mal y decisión de trabajar por un país más humano y solidario.
Hoy Panamá está llamado a no conformarse con lo superficial, sino a dejarse transformar por la mirada de Dios. Solo así podremos salir del templo —como el publicano— llenos de paz y con la fuerza de construir un país nuevo, donde el amor y la justicia sean la verdadera medida de nuestra vida en común.
Panamá necesita corazones humildes
Queridos hermanos, Panamá necesita hombres y mujeres con el corazón del publicano: personas que no se crean perfectas, pero que estén dispuestas a mejorar; que no busquen brillar, sino servir; que no se encierren en el “yo”, sino que digan con sencillez: “Señor, ayúdame a cambiar”.
Nuestro país no puede seguir cargando con la resignación de que “esto no lo cambia nadie”. Esa frase nos ha robado la esperanza, nos ha hecho conformarnos con estructuras injustas y con una cultura que premia la astucia malintencionada y castiga la honradez. Pero somos un pueblo de fe, y la fe nos recuerda que con Dios nada es imposible.
Necesitamos humildad en la política, donde a menudo el orgullo cierra los oídos a la voz del pueblo. Necesitamos humildad en la familia, donde a veces la dureza de corazón rompe la convivencia. Necesitamos humildad en las escuelas, en los medios de comunicación, en la Iglesia. Menos orgullo y más empatía; menos palabras que dividan y más gestos que unan.
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ
PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA





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